lunes, 19 de mayo de 2014

Análisis de 'Autorretrato I'

Autorretrato I (1937-8)
En la estela de un intenso dramatismo y del clima de la guerra civil española, Joan Miró realiza un autorretrato que cierra la serie de los cuadros llamados «salvajes». El artista trabajó en él tras largos meses de estudio ante el espejo; está hecho en una técnica mixta de óleo y lápiz que le añade un efecto transparente y casi sobrenatural. El observador, superada la barrera de lo exterior, puede ver a través de la piel la tensión psíquica que anima al Miró de estos años. 

Iluminado por dentro, el rostro pone al desnudo su alma, mostrando el momento del paso al interior que se produce en la trayectoria artística de Miró: el fin del tormento interior y la esperanza de un sentimiento que se abre a las posibilidades expresivas que la poesía y la música ofrecen.

Los grandes ojos abiertos expresan la voluntad del artista de seguir adelante con sus experimentos y las nuevas energías que estimulan su impulso creativo.

Autorretrato II (1960)
En 1960, subrayando un nuevo e inminente cambio en su arte, el pintor hace una reproducción de este mismo retrato. Sobre ella hará un rostros ejecutado con trazo infantil, en una superposición que muestra las dos caras de la moneda: el Miró atormentado e inquieto de ayer y el de hoy, con su vena lúdica e irónica. A través de la pintura, aquel artista que se reconocía más trágico e introvertido ha logrado liberar su espíritu mediante la autoironía, la irregularidad, la contradicción y esa pizca de humor que caracterizan el estilo que más celebridad le ha valido entre el gran público.