sábado, 31 de mayo de 2014

Análisis de 'La firma en blanco'

En palabras del propio René Magritte: «las cosas invisibles pueden ser visibles. Si alguien va a caballo por un bosque, primero se le ve, después no, pero se sabe que está allí. En la Firma en blanco, la amazona oculta los árboles y los árboles la ocultan a su vez. Sin embargo, nuestro pensamiento abarca a las dos, la visible y la invisible. Y yo utilizo la pintura para hacer visible el pensamiento».

La firma en blanco (1965)
A decir verdad, el cuadro reflexiona sobre la fragmentariedad de la visión en dos niveles distintos: en la realidad y en las convenciones de la representación. En la realidad, una figura situada más allá de una red, o como aquí una espesura de hojas se nos muestra en fragmentos, pero no tenemos ninguna duda acerca de su unidad: de hecho, parece que la vemos entera.

Son distintos los términos de la cuestión cuando nos ponemos ante una representación bidimensional, en la cual lo que está delante está pintado sobre lo que está detrás y viceversa (así, la figura de la amazona aparece pintada aquí sobre un único tronco de árbol).

Este cuadro funde los dos problemas en una única imagen, que logra infringir las reglas en las que se basan los dos. Pero la visión sigue siendo interesante, porque presupone que también la realidad (o mejor, la visión que tenemos de ella) no es otra cosa que una abstracción.

sábado, 24 de mayo de 2014

Poemas surrealistas (III)

EL AIRE DEL AGUA

Tus miembros van desplegando a tu alrededor unas sábanas verdes
Y el mundo exterior
Hecho de puntos
No funciona ya las praderas han desteñido los días los campanarios se reúnen
Y el Puzzle social
Entregó su última combinación
Todavía esta mañana esas sábanas fueron apartadas hicieron vela contigo de un lecho prismático
En el castillo revuelto del sauce de ojos de lama
Para el cual con la cabeza abajo
Partí en otro tiempo
Sábanas almendra de mi vida
Cuando te vas el cobre de Venus
Inerva la hoja resbaladiza y sin bordes
Tu gran ala líquida
Se agita entre el canto de las vidrieras

André Breton, revista La Urraka

lunes, 19 de mayo de 2014

Análisis de 'Autorretrato I'

Autorretrato I (1937-8)
En la estela de un intenso dramatismo y del clima de la guerra civil española, Joan Miró realiza un autorretrato que cierra la serie de los cuadros llamados «salvajes». El artista trabajó en él tras largos meses de estudio ante el espejo; está hecho en una técnica mixta de óleo y lápiz que le añade un efecto transparente y casi sobrenatural. El observador, superada la barrera de lo exterior, puede ver a través de la piel la tensión psíquica que anima al Miró de estos años. 

Iluminado por dentro, el rostro pone al desnudo su alma, mostrando el momento del paso al interior que se produce en la trayectoria artística de Miró: el fin del tormento interior y la esperanza de un sentimiento que se abre a las posibilidades expresivas que la poesía y la música ofrecen.

Los grandes ojos abiertos expresan la voluntad del artista de seguir adelante con sus experimentos y las nuevas energías que estimulan su impulso creativo.

Autorretrato II (1960)
En 1960, subrayando un nuevo e inminente cambio en su arte, el pintor hace una reproducción de este mismo retrato. Sobre ella hará un rostros ejecutado con trazo infantil, en una superposición que muestra las dos caras de la moneda: el Miró atormentado e inquieto de ayer y el de hoy, con su vena lúdica e irónica. A través de la pintura, aquel artista que se reconocía más trágico e introvertido ha logrado liberar su espíritu mediante la autoironía, la irregularidad, la contradicción y esa pizca de humor que caracterizan el estilo que más celebridad le ha valido entre el gran público.

martes, 13 de mayo de 2014

Introducción a Alberto Giacometti (1901-1966)

Mesa surrealista (1933)
Alberto Giacometti (Borgonovo, Suiza, 10 de octubre de 1901 - Coira, Suiza, 11 de enero de 1966) conoció ya desde pequeño lo que era vivir en un ambiente artístico, pues su padre Giovanni era un notable pintor impresionista en la Suiza de aquellos tiempos. La pulsión artística que vivió en su infancia le llevó a seguir estudios de dibujo y pintura en la Escuela de Artes y Oficios de Ginebra.

En 1929 se instala en París y se une a Georges Bataille, quien dirigiría en ese mismo año la revista Documents. Algo más tarde se aproximó a André Breton y sus intercambios fueron lo bastante privilegiados como para que fuesen objeto de uno de los capítulos de Amour fou. Aquí Breton describe la génesis de la escultura de Giacometti titulada Ahora, el vacío, pero más frecuentemente conocida como Objeto invisible. Las esculturas del suizo entre 1929-1935 respondían a la nueva concepción del «objeto de funcionamiento simbólico», tan apreciado en aquel momento por los surrealistas. Estas obras aparecían como la materialización de objetos soñados, cuyo oscuro sentida parecía lleno de premoniciones y presagios.
El hombre que camina (1960)

Más adelante, ya en la década de 1940, Giacometti daría por superado su paso por el surrealismo y regresaría al arte figurativo. No se abre para él una época de mediocridad o de ostracismo, pues en los años siguientes habría de dar a la luz algunas de sus obras más famosas: sus conocidas figuras humanas alargadas.

Sus obras pictóricas, aparte del indudable valor artístico con el que puedan ser juzgadas, cobran especial importancia porque se convirtieron en una especie de señal del existencialismo, quizá la corriente filosófica que define el siglo XX. El mismo Jean Paul Saste afirmaba reconocer en las obras del escultor y pintor suizo algunas de las ideas que serían propias y definitorias del surrealismo: «Giacometti por igual niega la inercia de la materia y la inercia de su nada pura; el vacío es lo pleno, flujo desplegado; lo pleno en el vació orientado. Lo real fulgura».

jueves, 8 de mayo de 2014

Poemas surrealistas (II)

GRITO HACIA ROMA

Manzanas levemente heridas 
por finos espadines de plata, 
nubes rasgadas por una mano de coral 
que lleva en el dorso una almendra de fuego, 
Peces de arsénico como tiburones, 
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud, 
rosas que hieren 
Y agujas instaladas en los caños de la sangre, 
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos 
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula 
que untan de aceite las lenguas militares 
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma 
y escupe carbón machacado 
rodeado de miles de campanillas. 

Porque ya no hay quien reparte el pan ni el vino, 
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto, 
ni quien abra los linos del reposo, 
ni quien llore por las heridas de los elegantes. 
No hay más que un millón de herreros 
forjando cadenas para los niños que han de venir. 
No hay más que un millón de carpinteros 
que hacen ataúdes sin cruz. 
No hay más que un gentío de lamentos 
que se abren las ropas en espera de la bala. 
El hombre que desprecia la paloma debía hablar, 
debía gritar desnudo entre las columnas, 
y ponerse una inyección para adquirir la lepra 
y llorar un llanto tan terrible 
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante. 
Pero el hombre vestido de blanco 
ignora el misterio de la espiga, 
ignora el gemido de la parturienta, 
ignora que Cristo puede dar agua todavía, 
ignora que la moneda quema el beso de prodigio 
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán. 

Los maestros enseñan a los niños 
una luz maravillosa que viene del monte; 
pero lo que llega es una reunión de cloacas 
donde gritan las oscuras ninfas del cólera. 
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas; 
pero debajo de las estatuas no hay amor, 
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo. 
El amor está en las carnes desgarradas por la sed, 
en la choza diminuta que lucha con la inundación; 
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre, 
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas 
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas. 

Pero el viejo de las manos traslucidas 
dirá: amor, amor, amor, 
aclamado por millones de moribundos; 
dirá: amor, amor, amor, 
entre el tisú estremecido de ternura; 
dirá: paz, paz, paz, 
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita; 
dirá: amor, amor, amor, 
hasta que se le pongan de plata los labios. 

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto, 
los negros que sacan las escupideras, 
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los 
directores, 
las mujeres ahogadas en aceites minerales, 
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube, 
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro, 
ha de gritar frente a las cúpulas, 
ha de gritar loca de fuego, 
ha de gritar loca de nieve, 
ha de gritar con la cabeza llena de excremento, 
ha de gritar como todas las noches juntas, 
ha de gritar con voz tan desgarrada 
hasta que las ciudades tiemblen como niñas 
y rompan las prisiones del aceite y la música, 
porque queremos el pan nuestro de cada día, 
flor de aliso y perenne ternura desgranada, 
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra 
que da sus frutos para todos.

Federico García Lorca, Poeta en Nueva York.

sábado, 3 de mayo de 2014

Vídeos sobre surrealismo (III)

En este vídeo de once minutos se repasa de forma amena y breve el movimiento surrealista: influencias, bases teóricas, autores principales, características y estilo, etc. Espero que su visión os sirva para, tras muchos artículos específicos, retomar una perspectiva general del surrealismo.