sábado, 19 de abril de 2014

El 'Manifiesto del surrealismo'


El primer Manifiesto del surrealismo, de 1924, jalona el nacimiento histórico del movimiento. Esta declaración de derecho y deberes del poeta André Breton es hoy universalmente conocida y son muchos los que se saben de memoria las frases que ondean al viento de la tempestad como tantas otras banderas negras: «El hombre, ese soñador definitivo...»; «Querida imaginación: lo que amo sobre todo en ti es que tú no perdonas»; «La sola palabra libertad es lo único que aún me exalta».

Estas frases irrumpían en un mundo que la guerra había minado moral e intelectualmente. Desde el romanticismo y algunos destellos del simbolismo no se había oído un llamamiento apremiante formulado de modo tan perentorio. Su efecto tuvo fuerte repercusión y sus ondas propagaron el mensaje hasta nuestros días.

Breton dio en el manifiesto la siguiente definición del surrealismo: «Automatismo psíquico puro por el cual nos proponemos expresar, sea por escrito, verbalmente o de cualquier otra forma, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón, fuera de toda preocupación estética o moral». A lo que seguía un comentario filosófico: «El surrealismo descansa en la creencia de una realidad superior de ciertas formas de asociación no tenidas en cuenta hasta hoy, de la omnipotencia del sueño, del proceso desinteresado del pensamiento. Tiende a arrasar definitivamente todos los mecanismos psíquicos restantes y a sustituirlos en la resolución de los principales problemas de la vida».