jueves, 13 de febrero de 2014

Análisis de 'Los amantes'

Los amantes (1928)
Esta es la versión más famosa de un tema que aparece con frecuencia en la producción de René Magritte en estos años; en otros casos se ve a los amantes con la cara descubierta o juntando tiernamente los rostros. Aquí se unen en un beso apasionado, pero sus rostros están cubiertos por una tela blanca que oculta sus rasgos.

Magritte podía encontrar infinidad de rostros parcial o totalmente ocultos por máscaras en las novelas policíacas de las cuales era voraz lector. El tema se inserta a su vez en la cuestión, más compleja, de lo visible y lo invisible, sobre la cual vuelven muy a menudo el artista: «un objeto puede implicar que hay otros objetos detrás de él», escribe en 1929 en Las palabras y las imágenes.

Por último, el beso entre los dos amantes es una imagen decididamente perturbadora, que habla de muerte y de la imposibilidad de comunicarse. Ocultos tras sus sudarios, los personajes se intercambian un amor mudo, incapaz de un lenguaje que no sea el del cuerpo. No es difícil distinguir una relación con Héctor y Andrómaca (1917) de Chirico, donde dos maniquíes de cuerpo entero intentan un análogo abrazo imposible en una atmósfera de melodrama. Pero en Magritte el mélo se tiñe de negro, y si bien los maniquíes, en su total alteridad, conservan cierta distancia con el espectador, aquí la angustia es difícilmente evitable: no estamos ya ante una humanidad simulada (el maniquí), sino negada en sus rasgos esenciales, mutilada de su individualidad.