jueves, 12 de diciembre de 2013

Introducción a René Magritte (1898-1967)

René François Ghislain Magritte (Lessines, 21 de noviembre de 1898 - Bruselas, 15 de agosto de 1967) es uno de los primeros en integrarse en la corriente surrealista. Es también el ejemplo intelectual más impresionante de la idea literaria, filosófica o de teoría del arte que hay en el movimiento.

Canción de amor (1914), Giorgio de Chirico

Sabemos que cuando el pintor vio una reproducción del cuadro Canción de amor de De Chirico sintió, como escribiría posteriormente, que «representaba una ruptura completa con los hábitos mentales de los artistas que están aprisionados por el talento, el virtuosismo y las pequeñas especializaciones estéticas: era una visión nueva...». Él siguió esta línea de trabajo durante casi toda su vida, y muchas de sus imágenes oníricas, pintadas con exactitud meticulosa y expuestas con títulos desconcertantes, son tan memorables precisamente porque resultan inexplicables.

En lugar de trasladar el aspecto de lo surrealista a sus cuadros, construyó enigmas con componentes de la realidad, señalando lo absurdo en ese proceso. Su tema no es una invocación de lo inconsciente, sin ola voluntad de desconcertar al espectador y su percepción habitual enfrentándonos a elementos dispares, incompatibles, ajenos los unos a los otros. Así, Magritte pretendía hacernos reflexionar sobre la naturaleza de la realidad y nuestras suposiciones tácitas respecto a ella, así como acerca del arte y la percepción en general.

Para provocar un giro mágico y poético de lo cotidiano y sacar al espectador de su autocomplacencia se la sorpresa. Esto consistió, en sus primeros cuadros «criminalistas», en volver del revés situaciones familiares: en El asesino amenazado (1926), el asesino es la víctima; en La diversión (1927), una chica se come a un pájaro.

Los dos misterios (1967)
La concepción de Magritte de una interacción entre pintura y poesía, objeto e idea, magia y reflexión se manifiesta claramente en las obras en que se niega verbalmente la identidad del objeto reproducido. El más famoso es la pipa pintada con el título de Ceci n'est pas une pipe (1928-9). Cuarenta años después, el pintor repita el tema, pero esta vez el cuadro de la pipa con su título negado estaba colocado en un caballete, dentro un cuadro más grande que contenía una pipa de mayor tamaño flotando en un espacio vacío. Su irónico título es Los dos misterios (1967). En ambos casos se indica que una pipa pintada no es una pipa real; la pipa flotante hace una referencia una vez más a este hecho, pero no es más real o tangible que la pipa original, sino solo una reproducción de esta.

Golconda (1953)
Sus cuadros dentro del cuadro manifiesta líneas de pensamiento similares, como en la tela La condición humana (1933), en la que la vista «real» que se ve a través de una ventana se mezcla con un fragmento pintado de la misma vista colocada en un caballete delante de la ventana.

Entre sus muchas representaciones de un hombre con abrigo y sombrero negros pueden destacarse Golconda (1953), en el que una gran cantidad de estos parecen caer del cielo (o bien flotar en disposición geométrica) sobre una ciudad como si fueran gotas de lluvia, o El hijo del hombre (1964), en el que el hombre, sobre un fondo marino y brumoso, tiene una manzana frente al rostro.